El pan de todas las fiestas
Ser compartido es parte de su naturaleza, es el factor que hace que lo incluyamos en los momentos en los que la comida es parte importante de un ritual de festejo que ofrece a los invitados platillos engalanados que no merecen menos que manteles largos y comensales ávidos.
El pan por antonomasia elegido por casi todo el mundo occidental es la baguette, que con su forma alargada y dimensiones bastas es perfecta para hacerse el espacio que merece en la mesa. /justify
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Diversas son las teorías que hablan de su concepción pero todas comparten las características que la diferencian de otras barras de pan.
La costra debe ser crujiente y dorada para engalanar los platos a los que hará compañía y que matizará con su interior suave y forzosamente agujerado, fruto de la fermentación nocturna que la obligó a ser así.
En el siglo XIX un decreto francés impidió a los panaderos trabajar antes de las 4 de la mañana. La baguette víctima de decisiones y rezagos se vio presionada a acelerar su proceso lo que otorga las características físicas por las que es buscada en esta temporada festiva.
No se concibe una mesa navideña o de año nuevo sin este invitado de honor. Hace compañía a romeritos de tradición prehispánica que se sirven con mole, salsa que engalanó mesas de virreyes, y que son bien acompañados por la baguette.
También es buen sequito de las salsas aterciopeladas color escarlata que marinan lomos y piernas haciendo que se disfruten más con su costra crujiente.
A continuación te dejamos dos recetas en donde el pan es el protagonista